Este último tiempo han pasado algún par de cosas en mi vida. Ayer fui testigo de la cruda y silenciosa muerte de un bichito quien, tirado en el suelo y patas al cielo, luchaba por vivir mientras yo acompañaba con mi mirada cercana los infructíferos esfuerzos de una compañera por devolverlo a la vida. Murió, o por lo menos eso creo.
En el otro extremo de la cuerda, ayer y hoy te he escrito como nunca, quedándome minutos fijo frente a la pantalla, sin respuesta, y de haberla, respuestas frías.
En la mitad de todo, me hallo pensando tanto. Escribiendo en un computador un texto. Escuchando alguna canción de Dido. Sintiendo mi frente quemada. Oyendo las noticias de la televisión. Sintiendo el frío en mis pies. Observando de reojo un chanchito de greda que quiso, cuando lo rompieron, ser alcancía. Aun está intacto, con un par de monedas dentro.
Esto me pone a pensar sobre la idea general que inunda este escrito: La vida en ciertas ocasiones nos muestra su lado mas vorágine cuando en tantas otras, nos deslumbra con la quietud de su esencial: el tiempo.
1 comentario:
Tú y tus cosas medio raras. Creo que aveces las entiendo
Cuidate mucho Andrés
un besito
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