A tiempo me di cuenta que mi nariz seguía allí. Bajé la vista del espejo, dejé mi reflejo suspendido en el tiempo. Corrí la cortinilla verde lo suficiente para dejarme ver hacia abajo y observé la calle llena de sombras. Una persona caminaba por la vereda del frente, pero no eras tú. Cerré los ojos y suspiré. Cerré la cortinilla, me aproximé a la cama y me dormí. No habían pasado ni veinte minutos cuando desperté y, ahí estabas tú.
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