Señores por favor: que día!!
Los escritores a escribir. Los fotógrafos a capturar.
Los soñadores a soñar.
Este es uno de esos días especiales, de esos que escasean.
Recuerdo haber escrito hace algunos años algo sobre como fue el
día en que terminé con mi ex:
igual a este!
Y así me baje de la micro y emprendí camino por la subida que termina en mi casa. Y cuando llegué a la mitad, me detuve en una especie de mirador, me acerqué lo más que pude al borde, y observe por mucho rato la ciudad de La Serena. En una rotación de más de 180º se dejaba ver toda una ciudad cubierta por una delgada capa de gotitas que se estremecían a tierra. Me dí cuenta del correr de aquellas nubes grises, casi como si las pudiera tocar. Me percaté también, de una peatón que metros más abajo, por cisternas, llevaba de la mano un niño pequeño cubierto por una especie de capita verde con un gorro que trataba, con esfuerzos improductivos, de quitar. Escuchaba en mis oídos el álbum
In Rainbow de Radiohead, casi fabricado a medida para acompañarme en esta gran observación que realizaba de la ciudad. A los minutos mis anteojos estaban cubiertos de pequeñas gotas, y el viento helado que se mecía sobre mi rostro me secaba y me dejaba más helado aún.
Las lágrimas que caían se mezclaban con la lluvia: llorábamos los dos, yo de pena, ella seguramente de alguna tristeza que venía a botar a La Serena.
Con el chaleco lleno de puntitos blancos me dispuse a subir nuevamente y terminar el trayecto a mi casa. Radiohead seguía taladrando el corazón.
Cielos!, pensaba, te extraño mucho.
Al subir, las hojas de mi vecino bailaban junto con esa irónica brisa que viene con el mal tiempo llevándose todo a su paso y haciéndonos reír.
Bajé las escaleras del departamento, mientras caminaba a contra viento. Entré a mi casa: en la entrada deje mis zapatillas húmedas hasta la punta del cordón. Caminé a mi pieza, de pasadita dejé prendiendo el computador para luego dejar el bolso que llevaba en mi habitación. Fui a la cocina y me serví chocapic con leche. Volví al computador, y ya estaba prendido. Abrí mi blog, y comencé a escribir mientras retrocedía hasta el número de canción que escuchaba mientras contemplaba quieto de pie el hermoso paisaje.
Los escritores a escribir. Los fotógrafos a capturar.
Los soñadores a soñar.
Este es uno de esos días especiales, de esos que escasean.
Recuerdo haber escrito hace algunos años algo sobre como fue el
día en que terminé con mi ex:
igual a este!
Y así me baje de la micro y emprendí camino por la subida que termina en mi casa. Y cuando llegué a la mitad, me detuve en una especie de mirador, me acerqué lo más que pude al borde, y observe por mucho rato la ciudad de La Serena. En una rotación de más de 180º se dejaba ver toda una ciudad cubierta por una delgada capa de gotitas que se estremecían a tierra. Me dí cuenta del correr de aquellas nubes grises, casi como si las pudiera tocar. Me percaté también, de una peatón que metros más abajo, por cisternas, llevaba de la mano un niño pequeño cubierto por una especie de capita verde con un gorro que trataba, con esfuerzos improductivos, de quitar. Escuchaba en mis oídos el álbum
In Rainbow de Radiohead, casi fabricado a medida para acompañarme en esta gran observación que realizaba de la ciudad. A los minutos mis anteojos estaban cubiertos de pequeñas gotas, y el viento helado que se mecía sobre mi rostro me secaba y me dejaba más helado aún.
Las lágrimas que caían se mezclaban con la lluvia: llorábamos los dos, yo de pena, ella seguramente de alguna tristeza que venía a botar a La Serena.
Con el chaleco lleno de puntitos blancos me dispuse a subir nuevamente y terminar el trayecto a mi casa. Radiohead seguía taladrando el corazón.
Cielos!, pensaba, te extraño mucho.
Al subir, las hojas de mi vecino bailaban junto con esa irónica brisa que viene con el mal tiempo llevándose todo a su paso y haciéndonos reír.
Bajé las escaleras del departamento, mientras caminaba a contra viento. Entré a mi casa: en la entrada deje mis zapatillas húmedas hasta la punta del cordón. Caminé a mi pieza, de pasadita dejé prendiendo el computador para luego dejar el bolso que llevaba en mi habitación. Fui a la cocina y me serví chocapic con leche. Volví al computador, y ya estaba prendido. Abrí mi blog, y comencé a escribir mientras retrocedía hasta el número de canción que escuchaba mientras contemplaba quieto de pie el hermoso paisaje.